Especial Bicentenario: La revolución traicionada. Del sometimiento del capital inglés al control imperialista yanqui
sábado, 1 de mayo de 2010
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bicentenario 1810-2010
Escribe: Mariano  Rosa
En el artículo anterior de esta serie dedicada a la  discusión sobre el bicentenario de la Revolución de Mayo, decíamos que el ala  burguesa triunfante en el escenario pos-revolucionario, estructura el esquema  integral de un país capitalista. Con eje en la aduana porteña, con la actividad  agroganadera como impulsora económica, Argentina se vincula a la economía  capitalista mundial. En el marco del siglo XIX, el imperialismo dominante  (Inglaterra), somete a su estrategia colonialista nuestra economía. La burguesía  terrateniente de nuestro país pacta con Gran Bretaña y este acuerdo señala toda  una etapa de nuestra historia. Nace la clase obrera argentina y el primer golpe  militar habilita la primera “década infame”.
El capitalismo inglés domina la economía nacional
Inglaterra  era en el siglo XIX el país capitalista dominante en el mundo. La decadencia del  imperio español y el desarrollo industrial de Gran Bretaña señalan un recambio  de la hegemonía político-Leeconómica y militar en el concierto mundial...
En ese  contexto, la burguesía argentina estructura el capitalismo en nuestro país y  desarrolla como pilar fundamental la actividad agroganadera. Inglaterra penetra  en nuestra economía y con un volumen enorme de inversiones pasa a controlar de  forma absoluta los resortes estratégicos de la base productiva nacional: los  ferrocarriles, el acopio de cereales y de ganado, las finanzas a través de sus  bancos. La burguesía terrateniente porteña pacta completamente y obtiene jugosos  dividendos de este esquema, aunque sea una integración “asimétrica” a la  economía mundial, ya que es Inglaterra la que compra barato y manufactura en sus  fábricas realizando plusvalía en beneficio de su propia burguesía. La oligarquía  argentina acepta compartir una parte menor del negocio. 
Nace  la clase obrera argentina: internacionalista y combativa
Contra  la falsa ideología difundida por la burocracia sindical peronista y los manuales  de la historia oficial, que dicen que la clase obrera argentina nació “ligada a  la doctrina social de la iglesia y los valores patrióticos nacionales”, queremos  señalar las marcas de origen de nuestro proletariado. Para empezar fue  profundamente internacionalista en su conciencia y concepción. Anarquistas,  marxistas y socialistas, fueron predominantes en la conducción de las primeras  organizaciones obreras a finales del siglo XIX. La clase obrera de nuestro país  tuvo su representación en la I° Internacional y enfrentó duramente la  explotación capitalista brutal de aquél período. Un componente central de la  militancia obrera de aquella época, fue la inmigración de activistas y cuadros  obreros llegados de la Europa azotada por la represión que siguió a la derrota  de la Comuna de París de 1871. 
La  UCR en el poder: se vertebra la democracia burguesa como válvula de escape al  descontento de la clase media y las luchas obreras
La  llamada Generación del 80 completa la estructuración capitalista del país, pero  muestra su limitación para enfrentar el nuevo escenario configurado con la clase  obrera luchando por mejoras económicas y la clase media nacida al calor del  desarrollo capitalista del país. El régimen político dejaba al margen de la  participación política con el fraude y las trenzas del “unicato” a amplias capas  populares. El radicalismo será entonces la expresión de un sector burgués que  comprende la necesidad de generar mecanismos de descompresión popular dando  canales de participación a los sectores medios y la clase obrera. La democracia  burguesa electoral, copiada del modelo yanqui es el mérito del radicalismo que  entiende la nueva etapa y la necesidad de reubicarse. La Ley Sáenz Peña de 1912  posibilita que en 1916, en las elecciones presidenciales, la UCR con Yrigoyen  acceda al gobierno. En lo esencial la estructura económica del país no sufre  mayores alteraciones y es por eso, que el nuevo gobierno cuenta con la bendición  de la burguesía local y del imperialismo inglés. El radicalismo logra  vehiculizar las aspiraciones de los sectores medios e integra por la vía del  empleo público a las capas marginadas del campo y la ciudad. En relación a la  clase obrera, se ubica como árbitro burgués siempre y cuando el ascenso  proletario no amenace la propiedad privada y el sistema capitalista. 
El  primer golpe para que la crisis capitalista mundial la paguen los  trabajadores
Aunque  el radicalismo fue un gobierno patronal, indudablemente, como respuesta  defensiva y preventiva del sector más lúcido de la burguesía, expresaba de forma  indirecta el ascenso obrero y popular. Por eso, en el marco del primer gobierno  de Yrigoyen, la actividad de la clase obrera y los sectores populares se  incrementó con reclamos de todo tipo y luchas durísimas que hicieron temblar a  los capitalistas. Por eso, después del interregno del alvearismo (como expresión  del ala derecha y más pro-yanqui de la UCR), Yrigoyen vuelve a ganar las  elecciones en 1928, pero ya en otro contexto mundial. La crisis capitalista  desatada en el “crack” del 29 en Estados Unidos, golpea duramente la economía  argentina, derrumba los precios internacionales de cereales y carnes, y por lo  tanto, retrae la tasa de ganancia capitalista. Frente a este panorama, la  burguesía desata a escala mundial y en nuestro país, una dura ofensiva sobre el  movimiento de masas: había que cargar el peso de la crisis mundial sobre los  trabajadores con despidos, rebajas salariales y supresión de conquistas  laborales. Hacía falta “mano dura” y para eso (¡cuándo no!) el ejército fue el  instrumento capitalista para imponer sus planes de hambre y miseria: en 1930 se  consuma el primer golpe fascistoide de nuestra historia y se inauguraba la  primera “década infame” sobre el pueblo trabajador.
La  década infame y las bases de surgimiento del peronismo
La  década del 30 es durísima para las masas trabajadoras de nuestro país. La  burguesía actúa sin piedad para salir de la crisis a costa del esfuerzo y la  miseria obrera. Al mismo tiempo, se verifica un proceso que sentaría las bases  de un recambio en la clase obrera argentina y en el medio siglo posterior de la  vida política de nuestro país.
La falta de divisas para poder importar productos de la industria extranjera y el estallido de la segunda guerra mundial, obligan como estrategia defensiva en principio, a la burguesía argentina a desarrollar cierta industrialización sustitutiva de las importaciones que ya no se podían realizar por lo dicho. La crisis del campo por la caída de los precios de carnes y cereales produce un fenómeno concomitante: la migración interna del campo a la ciudad. Esos “cabecitas negras” serán la fuerza trabajo absorbida por la industria naciente y la base de la nueva clase obrera en la que se asentaría un nuevo proyecto burgués, aggiornado a la nueva etapa: el peronismo. Pero, la complejidad de este fenómeno amerita que lo abordemos exclusivamente en la próxima entrega de este ciclo de artículos que estamos presentando.
La falta de divisas para poder importar productos de la industria extranjera y el estallido de la segunda guerra mundial, obligan como estrategia defensiva en principio, a la burguesía argentina a desarrollar cierta industrialización sustitutiva de las importaciones que ya no se podían realizar por lo dicho. La crisis del campo por la caída de los precios de carnes y cereales produce un fenómeno concomitante: la migración interna del campo a la ciudad. Esos “cabecitas negras” serán la fuerza trabajo absorbida por la industria naciente y la base de la nueva clase obrera en la que se asentaría un nuevo proyecto burgués, aggiornado a la nueva etapa: el peronismo. Pero, la complejidad de este fenómeno amerita que lo abordemos exclusivamente en la próxima entrega de este ciclo de artículos que estamos presentando.




